Programa para el Bienestar de Personas Mayores en Línea
De acuerdo con los datos presentados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el documento “Década del Envejecimiento Saludable”, se espera que para el 2030 la cifra de personas de 60 años y más habrá aumentado en un 34%, de 1000 millones en 2019 a 1 400 millones. Para 2050, la población mundial de personas mayores será más del doble y alcanzará los 2 100 millones (WHO, 2020). Este escenario nos invita a proponer estrategias y acciones para atender las necesidades de este grupo poblacional. Una herramienta fundamental para afrontar las demandas de las personas mayores es la educación y el aprendizaje.
En 1998 la UNESCO consideró que las instituciones de educación superior deberían promover la educación continua a lo largo de la vida en todas sus etapas, en virtud de que los conocimientos se generan de forma vertiginosa y la actualización de los saberes es prioritaria. Sin embargo, la falta de acceso a la educación y a las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) provoca brechas entre comunidades y personas: aquellas que quedan al margen de la educación y del flujo de la información, se ven sumidas en una forma de ignorancia que difícilmente les permite acceder a estándares de desarrollo personal, laboral o profesional, como es el caso, de una gran porcentaje de las personas mayores (UNESCO, 1998).
Dávila (2021) plantea que la educación no formal permite que los participantes de manera autónoma y espontánea accedan a ella para interactuar y mostrar sus necesidades inmediatas sin ningún tipo de imposición social. Este tipo de instrucción le proporciona a las personas mayores las herramientas necesarias para tomar sus propias decisiones al utilizar sus conocimientos previos, lo que favorece su desarrollo personal, mejora la autoestima y el sentido de superación hacia lo que más le agrada.
La pandemia originada por la COVID-19 se ha puesto de manifiesto la necesidad que tienen las personas mayores de aprender o mejorar el uso de las TIC y las redes sociales, para mayor acceso a la información, socializar y comunicarse. También la pandemia mostró, que si bien las oportunidades de acceso a la educación para las personas envejecidas se han ido incrementando en nuestro país, a partir de oferta educativa formal y no formal, es claro que hay una deuda pendiente que tiene que ver con la creación de estrategias educativas encaminadas a fomentar el uso y apropiación de las tecnologías.
Diversas investigaciones señalan que el Internet beneficia a las personas mayores en temas de salud, permite que se mantengan en constante actividad y continúen aprendiendo aún con limitaciones físicas y cognitivas; también permite una comunicación inmediata a menores. Agrupan el conjunto de beneficios del uso de la red en seis categorías: salud, aprendizaje, niveles de actividad, entretenimiento y hobbies, bienestar personal y comunicación y actividades diarias. Lo anterior, puede aliviar el aislamiento social, mantener las relaciones, la obtención de apoyo social, la participación en actividades de interés y la mejorar de la confianza y ampliar las redes sociales.
No obstante, las poblaciones socialmente vulnerabilizadas, como lo pueden ser las personas de 60 años y más, también tienden a ser excluidas de los servicios digitales porque optan por no utilizar internet, carecen de los dispositivos y la conectividad a la red o no tienen experiencia en el uso de esta tecnología. Adicionalmente, este grupo es víctima del viejismo, la discriminación, el rezago educativo, la brecha digital y tecnológica. Por lo que las acciones dirigidas a las personas mayores que hasta ahora se han puesto en práctica, deben cuestionarse y replantearse. La pobreza y la desigualdad, deja afuera a muchas personas envejecidas.
Los retos anteriores, demandan reconocer la diversidad de vejeces y visualizarlas de la perspectiva de los derechos humanos y la perspectiva de género. Son lentes, necesarios para llevar a cabo acciones dirigidas a este grupo poblacional. Estas herramientas, posibilitan la construcción de propuestas que lleguen a todos los lugares en donde se encuentren las personas envejecidas y con base en el aprendizaje a lo largo de la vida desarrollar procesos a través de metodologías participativas que pongan a la luz sus necesidades.
Ante esta realidad, la investigación “La política pública, participación y bienestar social: impacto de la pensión para el bienestar de las personas adultas mayores en cuatro municipios de Tlaxcala” se abocó al diseño del Programa para el Bienestar de Personas Mayores en Línea como un espacio de reflexión y acceso a información clara para las personas mayores, quienes a partir de este proceso educativo logren contar con nuevas alternativas y herramientas para buscar formas de participación mediadas por las tecnologías con el propósito de alcanzar una mejora en la calidad de vida y bienestar social.
Referencias
Dávila, A. (2021). El adulto mayor y la educación no formal en tiempos de pandemia. Revista Educare, 25(1), 457-454.
UNESCO (1998). La educación superior en el Siglo XXI. Visión y Acción. Paris, Francia, UNESCO.
WHO. Decade of Healthy Ageing. Ginebra: WHO; 2020 [acceso 27/08/2021]. Disponible en: https://www.who.int/initiatives/decade-of-healthy-ageing